- Isla de las Muñecas, Xochimilco:
Llegar a la Isla de las Muñecas es en sí una experiencia grata y un paseo por los distantes y tranquilos canales navegables de Xochimilco.
La leyenda de este lugar cuenta que una chica se ahogó enredada entre los lirios y su cuerpo fue encontrado a las orillas de las chinampas de Don Julián. Desde entonces el espíritu de la infortunada chica había quedado en el lugar y eso lo atemorizaba, para ahuyentarla, Julián Santana comenzó a colocar en su chinampa muñecas que recogía en la basura y en los canales de Cuemanco, él decía que estaba ahí para ahuyentar a los malos espíritus y obtener mejores cosechas.
Cuando se realizó el rescate eco turístico en 1987 se encontró la isla cubierta completamente por lirio acuático. Desde ese entonces la chinampa de la isla de las muñecas ha sido convertida en un lugar de gran afluencia turística.
- Zona del silencio:
La Zona del Silencio es un cuadrante en la regiòn que une a los estados de Durango, Chihuahua y Coahuila. Atrévete a descubrir este rincón, famoso por sus exageradas leyendas y naturaleza exuberante.
El Bolsón de Mapimí, en donde se ubica este lugar, solía ser un lecho marino. Es por eso que en su suelo, hasta la fecha, se pueden encontrar una gran cantidad de fósiles marinos. Las historias de fenómenos inexplicables y el asombroso espectáculo de la naturaleza han convertido a la Zona del Silencio en Durango en un auténtico atractivo turístico que tienes que conocer.
- Leyendas de la Zona de la Silencio:
Desde que un misil de las fuerzas militares de los Estados Unidos cayó en algún lugar del desierto de Durango, la leyenda de la Zona del Silencio ha mutado, cual teléfono descompuesto, hasta alcanzar niveles extravagantes.
Algunos locales alegaron que una fuerza magnética había derribado el misil y, desde entonces, se han propagado las historias de anomalías que interfieren en el funcionamiento de aparatos electrónicos y de telecomunicaciones.
Pero las historias van aún más allá. Algunos han llegado a testificar de la presencia de extraterrestres y hasta mutaciones inexplicables en la flora y fauna de la Zona del Silencio. Ninguna de ellas ha podido ser comprobada y, hasta donde se sabe, esta zona podría ser como cualquier otro desierto. Es decir, salvo por su extraordinaria naturaleza, no hay nada especial acerca de este lugar.
- El Palacio de Lecumberri:
Conoce la historia del Palacio de Lecumberri, la cárcel fundada por el presidente Porfirio Díaz en 1900, de la que se han desprendido terribles memorias de inhumanidad. Las celdas de castigo del Palacio de Lecumberri eran oscuras, frías y no tenían baño; en ellas eran encerrados los prisioneros con mala conducta y que en consecuencia necesitaban correctivos drásticos, o simplemente eran puestos ahí aquellos que eran aborrecidos por los celadores. Aquellas mazmorras eran algo aterrador para los internos.El comienzo de la historiaPero dichas habitaciones aisladas estaban lejos de ser el elemento más cruel de esta cárcel fundada por el presidente Porfirio Díaz en 1900. Y es que el solo hecho de vivir en uno de los siete brazos de la prisión era suficiente motivo para ir perdiendo la razón poco a poco, y en los siguientes párrafos explicaremos el por qué. Lecumberri fue erigida por los ingenieros Miguel Quintana, Antonio Torres Torija y Antonio M. Anza, quienes decidieron construirla bajo el tipo de arquitectura carcelaria panóptica, patentada por el inglés Jeremías Bentham. El mencionado estilo consiste en construir una serie de pasillos que culminan todos en un punto y con una sola torre de vigilancia al centro, la cual era suficiente para estar al tanto del movimiento de cada interno.
Con ello los prisioneros (que en un inicio eran solo 996) estaban sometidos a una fuerte presión psicológica que los llevaba a la locura, puesto que nunca tenían privacidad, ninguno sabía si estaban siendo observados por el vigía. Pero aquello era el inicio de una serie de situaciones que hicieron de Lecumberri, la prisión más inhumana del país. En un inicio fueron internadas 996 personas, luego la cifra de prisioneros pasó a 3 mil 800 en pocos años, lo que derivó en que las celdas individuales fueron ocupadas por tres o más personas. A raíz del hacinamiento las autoridades carcelarias dejaron de poner atención en el mantenimiento de la prisión, después vinieron condiciones más insalubres y para colmo una escasez de comida que producía que los internos quedaran en los huesos.
Con estas pésimas condiciones el Palacio de Lecumberri recibió a los jóvenes capturados tras las protestas de 1968, algunos de los cuales fueron torturados y asesinados dentro.Llegaron a Lecumberri también José Agustín, José Revueltas, Alberto Aguilera Valdez, David Alfaro Siqueiros, Ramón Mercader (el asesino de León Trotsky), Álvaro Mutis, Pancho Villa e incluso el cantante Juan Gabriel.
Palacio de Lecumberri, la decadencia:
Pero la llegada del narcotraficante cubano Alberto Sicilia Falcón, sería decisiva para el futuro carcelario del también llamado “palacio negro”.Falcón mandó a hacer un túnel de la prisión que desembocara a la cercana avenida Héroes de Nacozari, dándose a la fuga en 1976. Tras el escape el gobierno quedó en ridículo, por lo que el presidente Luis Echeverría ordenó el cierre del penal ese mismo año, el edificio fue convertido en el Archivo General de la Nación.
- El Cerro de la Estrella en Iztapalapa:
Mientras familias enteras subían a los tejados de sus casas, observando atentas hacia el cerro de Huixachtecatl, un grupo de sacerdotes ataviados con sus mejores galas caminaban en procesión al templo en la cima del montículo.
Eran los responsables de uno de los ceremoniales más importantes del México prehispánico: la Ceremonia del Fuego Nuevo, que se realizaba cada 52 años.
Tras llegar a la cumbre, los sacerdotes esperaban la caída de la noche; observaban la aparición de las estrellas Pléyades y, al visualizarlas, encendían una gran hoguera a la vez que sacrificaban a un prisionero.
Cuando los pobladores del valle de México veían las llamas, entraban en júbilo y hacían penitencia cortando sus orejas para alimentar con su sangre al sol.
En la punta del cerro, se encendían antorchas con el fuego nuevo que era llevado a cada población cercana, incluida la gran Tenochtitlán. La ceremonia significaba el inicio de un nuevo ciclo, y que el mundo viviría otros 52 años.
La última vez que la ceremonia se realizó, fue en 1507. El cerro de Huixachtecatl, es el hoy llamado Cerro de la Estrella, y el templo mexica donde se hacía el acto, aún corona su cima.
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